La siguiente glosa a la figura del histórico Presidente de la Sociedad Cultural Gijonesa es obra del Vocal de la sociedad José Ovidio Álvarez Rozada y fue publicada por Mundo Obrero en Agosto de 2014.
ANTE EL CENTENARIO DEL CAMARADA JUAN ÁNGEL RUBIO (1914-1993)
La necesidad de la lucha por la hegemonía ideológica y cultural
El pasado mes de enero se conmemoraba el
centenario del nacimiento de una personalidad ligada indisolublemente a la
causa de los desfavorecidos, y al movimiento sociopolítico de izquierdas en
Asturias durante toda la segunda mitad del pasado siglo. Se trata de Juan Ángel
Rubio Ballesteros, odontólogo destacado por la notable labor social y política
que llevó a cabo durante toda su vida. Valgan estas líneas como tributo a la
memoria de quien fue militante del Partido Comunista de España desde su
juventud hasta su muerte; presidente de la Sociedad Cultural Gijonesa durante
un dilatado periodo; presidente de la Asamblea Local de Cruz Roja, desde donde
impulsó notables iniciativas de corte socio-sanitario.
Semblanza del hombre
Sartre afirmaba que estamos condenados a
ser libres; que nuestra vida nos pone ante encrucijadas y dilemas que nos
fuerzan a posicionarnos y tomar partido, y que la forma en que lo hacemos va
definiendo lo que efectivamente somos, haciéndonos responsables de ello. No es
la caricatura de la libertad que nos brinda la ideología capitalista; una
libertad puramente abstracta que se proclama como una cualidad absoluta de los
sujetos al margen de su inserción en el mundo. Es la libertad que se cifra en
el posibilidad de reconocerse en los hechos de nuestra vida y en la coherencia
de la misma; que encuentra en las condiciones y circunstancias en que vivimos
el fermento sobre el que ha de decantarse la personalidad. Juan Ángel Rubio
fue un hombre que hizo de su vida un ejemplo de compromiso social y político,
militando en el PCE en la clandestinidad y colaborando en múltiples iniciativas
de izquierdas durante la dictadura, al tiempo que ejercía su oficio de
odontólogo anteponiendo el compromiso ético y social a su beneficio
personal.
Su vinculación con la clase trabajadora de Gijón
Nacido en Albadalejo, Ciudad Real,
perteneciente a una familia de agricultores acomodados: sus padres poseían un
cortijo, bodegas y una almazara. Juan Ángel Rubio se afincó en Gijón en el año
1944, al coger el traspaso de un clínica dental situada en Cuatro Caminos, en
el barrio obrero de la Calzada. En esa clínica se atendía frecuentemente de
forma gratuita a miembros de las clases sociales más desfavorecidas y a
disidentes de la dictadura franquista, que se veían privados de toda asistencia
sanitaria y a los que se debía asistir de forma clandestina. “No se preocupe y
págueme cuando disponga de dinero” era la respuesta más frecuente de Rubio,
cuando estos pacientes le exponían que carecían de medios económicos.
Posteriormente, en el año 50, Rubio
abrió una nueva clínica en Uría 29, sin abandonar la consulta anterior. En este
establecimiento, situado ahora en el centro de la ciudad, se producía un
pintoresco contraste por la disparidad de pacientes que acudían; podían verse
aguardando en la misma sala a personajes de elevada posición, curas de la
Iglesia de los Capuchinos, miembros del Cuerpo de Policía, pacientes de la
beneficencia a los que había aceptado atender y gentes de clase trabajadora,
sobre todo de los barrios de Pumarín y el Llano, que requerían la generosa
ayuda de Juan Ángel. También prestó durante un tiempo atención desinteresada a
los presos de la Cárcel del Coto.
Pero no animaba al doctor una visión
caritativa ni una mera vocación asistencialista; sino la convicción de que la
incapacidad de estas personas para acceder a una asistencia sanitaria decente
era la consecuencia de un sistema social injusto, afianzado en la desigualdad,
a cuyos rigores se sumaba la asfixia de las libertades públicas que imponía la
Dictadura. Es de hacer notar, en este sentido, que Rubio buscó y cultivó
siempre la amistad de las gentes de clase trabajadora. Obreros de los
Astilleros Riestra, de la Fábrica de Loza o de Gijón Fabril se contaron siempre
entre su círculo más íntimo, junto a personalidades del ámbito científico o
artístico de la ciudad; con todos ellos compartía sus inquietudes y
convicciones ideológicas. De hecho, la decisión de establecerse en Gijón, pues
contó con la posibilidad que desestimó de hacerlo en la Rioja, vino determinada
porque esperaba encontrar en Asturias personas afines a su ideario político.
Juventud: universidad, guerra y exilio
La significación política de Rubio
arrancó ya en su juventud. Mientras estaba cursando estudios de Odontología en
Madrid, durante los años de la II República, participó activamente en numerosas
huelgas estudiantiles. Tras obtener la licenciatura en 1935, entra a trabajar
en una clínica de la que es socio el coronel Eleuterio Díaz-Tendero, militar de
marcada ideología de izquierdas y jefe del Servicio de Inteligencia Militar.
Tras hacer el servicio militar, Rubio contrae matrimonio con Isabel
Díaz-Tendero, hija del coronel.
Al estallar la Guerra Civil, Rubio se
alistó en el Ejército Republicano como médico sanitario, recibiendo la
graduación de capitán. Sirvió en los frentes de Castellón y Barcelona.
Al término de la Guerra, su esposa cae
enferma y fallece, marchando él al exilio en compañía de su suegro y otros
familiares, y de su primer hijo, que en ese momento contaba con pocos meses.
Tras una verdadera odisea, huyen a Francia por Port-Bou, siendo recluidos al
poco de su llegada en el campo de concentración de Argelés; una aglomeración de
miles de almas en condiciones infrahumanas, en una playa. Allí es separado de
su hijo, al que tarda tiempo en recuperar. Finalmente, Rubio y sus familiares
políticos son trasladados a una granja cercana a Toulouse, donde una familia
campesina los hace trabajar hasta la extenuación en las labores agrícolas. El
coronel Díaz-Tendero es deportado al campo de Dachau, donde fallece ante las
tremebundas condiciones de su reclusión.
Ante la penuria que padecía en Francia,
Rubio decide arriesgarse a regresar a España. Es juzgado por un tribunal
militar, pero gracias a la mediación de su hermano Victoriano, capitán
veterinario del Ejército Nacional, consigue salir sin cargos. Tras un tiempo en
Albadalejo trabajando en la almazara de su familia, llega el año 1944 y le
surge la opción de adquirir su clínica en Gijón. Es también en ese año, cuando
contrae matrimonio con Ana Serraller, con la que vivirá el resto de su vida y
de la que tendrá diez hijos.
Su militancia política: La Alianza de
las Fuerzas del Trabajo y de la Cultura y la Sociedad Cultural Gijonesa
La actividad profesional de Juan Ángel
Rubio, ejercida como ya hemos expuesto con elevado sentido ético y social, se
complementaba con la participación en las actividades clandestinas del Partido
Comunista de España, al que perteneció desde su juventud. No era sin embargo un
militante de relumbrón, porque el campo donde desplegó de forma de notable su
activismo político fue el de la lucha intelectual. Así participó con gran
implicación en las actividades de promoción formativa del Centro
Castellano-Leonés; y desde esta institución confluyó, siguiendo las directrices
del PCE, con un nutrido grupo de personas de observancia izquierdista en lo que
en 1968, aprovechándose de una reforma en Ley de Asociaciones, dio origen a la
Sociedad Cultural Gijonesa. Juan Ángel Rubio ejerció la presidencia de la misma
entre 1970 y 1981, y desde 1987 hasta su muerte en 1993.
Esta Sociedad, que hoy goza de pleno
vigor y se mantiene firme en el espacio socio-cultural asturiano, surgió en el
marco de la estrategia del Partido que se dio en llamar Alianza de las Fuerzas
del Trabajo y de la Cultura. La pretensión de anudar la actividad sindical y la
organización obrera con las actividades contestatarias desplegadas desde el
ámbito universitario, científico, artístico o periodístico. La convicción de
que la pugna por los derechos de la mayoría y la superación de un sistema
social cimentado en la dominación no se resuelve sólo en la lucha sindical, en
la actividad política institucional o el trabajo en los diversos frentes
sociales. Sino que esas esferas han de entretejerse con la promoción de
actividades que garanticen el acceso a la formación y al debate sociopolítico a
personas de todos los estratos sociales, y con el impulso de unos parámetros
ideológicos por todas las vías posibles, al objeto de crear unas referencias
culturales y unos espacios desde los que construir e impulsar conciencia
política y vocación transformadora. En suma, la lucha política ha de ir unida a
la lucha por la hegemonía ideológica y cultural.
La vigencia de su figura
Hoy más que nunca, cuando el avance del
modelo neoliberal ha recrudecido su marcha, defenestrando derechos políticos y
sociales conquistados tras más de un siglo de lucha obrera, reorientando los
recursos públicos a la socialización de pérdidas del capital, al tiempo que se
privatizan servicios básicos para brindar nuevos nichos de negocio a multinacionales
y consorcios empresariales, en detrimento de las necesidades básicas de la
mayoría de la población; cuando se ha consolidado una cultura individualista
que reniega de la política y desdeña la involucración en las causas colectivas,
triturando cualquier atisbo de conciencia de clase e instalándonos en una
resignación egoísta ante la penuria que se nos viene encima; cuando todo esto
gravita sobre nosotros, se hace imprescindible la evocación de personalidades
como Juan Ángel Rubio; de gentes que fueron metáfora viva del anhelo de una
sociedad más justa y que fraguaron con sus obras y su compromiso espacios para
la esperanza que aún perduran, y que es nuestra obligación sostener y ampliar.
No cabe por ello nostalgia alguna cuando recordamos a este hombre para la
eternidad, porque lejos de habernos dejado al fallecer en 1993, su ejemplo y su
vocación perduran en quienes participan de sus convicciones. Porque en
definitiva, la gente como Juan Ángel Rubio no muere realmente, sino que vuelca
su esencia en la savia viva que alimenta los sueños de quienes luchan por un
mundo mejor.
Para finalizar, quiero expresar mi
agradecimiento a Rufino Galván “Luarca”, venerable activista de la izquierda
asturiana, que participó en la lucha antifranquista y que fue amigo y compañero
de fatigas de Juan Ángel Rubio en la Sociedad Cultural Gijonesa. Gracias a él
he conocido los datos biográficos para confeccionar este texto. Mi torpe
redacción no acierta a ser sino un pálido espejo de la vívida narración que
“Luarca” mi hizo de la vida y obra del camarada Juan Ángel.
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